Cinco años.

Aquella casa situada casi en la esquina. Las verjas rojas, las paredes blancas; busca parecerse a una fortaleza, de donde surge ella, mi abuela materna, tomaba café sin parar y era la mejor cocinera del mundo, con mirada curiosa; hasta que reconoce al visitante y le sonríe con euforia, por fin abre hacia la derecha, mientras ella aguarda, espera un saludo, la bendición, un abrazo y siempre con sus dulces palabras: "que bueno que viniste". tengo tatuada en mi retina la sonrisa al verme llegar a su casa y estoy segura que nunca nadie me ha querido tan incondicionalmente.  Debe caminarse, entonces, a través de la cochera, bajar las escaleras e ingresar a la casa y sentarse en uno de los sillones negros estampados con rojo, amarillo y otros colores. Muchas otras veces caminar hasta el mesón que separaba la sala de su gran cocina, en la cual yacían una respectiva taza de café con leche para cada visitante y una gran cesta llena de pan para acompañar y como siempre decía antes de que uno empezará a comer: "Coma mijo sin pena". 
Mi abuela materna se llamaba María Felicita, hay una historia en la familia que me contaron cuando era pequeña y no recuerdo ahora muy bien, de porque todos le decían Alicia, es más lindo de todas maneras, pero esto no me hace olvidar que si alguna vez yo la llegaba a llamar con su nombre real iba a lanzarme un coscorrón, eso la hacia enojar.  Ella hablaba poco pero siempre importante, se levantaba muy tempranito antes de que el amanecer quisiera tocar el día y se acostaba a la hora que terminaran sus sagradas novelas de las noches, que casi nunca veía porque el sueño la derrotaba pero nunca le podías apagar la television porque se despertaba rápido y te decía que ella lo seguía viendo, aunque sabia que no era verdad. Andaba por la vida con ese don de gente que conoce todo el mundo y esa pureza de quien sin haber viajado, sabe que no amaría a ningún sitio más que a su suelo, ni a su gente, su familia.
Son sus manos que se arrugaron para que creciéramos, y su espalda, que se doblo de tanto alzar a sus seis nietos mientras pudo, es su silencio que no termina de enseñarme. Son sus recuerdos los mas compañeros y sus domingos, los mas llenos de recuerdos. Es su piel, que le cuenta que ya ha pasado el tiempo y no en vano, porque es esa, la foto de su familia, la que le recuerda, lo que ella sembró. 
Era demasiado fuerte e independiente, puedo decir que de alguna forma vivió y disfruto a su familia como quiso. Un 2 de agosto de 2013 ella nos dejo para siempre físicamente, pero en nuestros corazones siempre vivirá. 
Siento que no se ha ido, está en mi, habita en mi corazón, ella sabia que seria de ese modo, había cruzado ya en un año de su magnifica vida muchas pruebas difíciles, no de todas pudo salir ilesa. Pero, ella sabia que yo no dejaría que ella muriera del todo. Hoy me doy cuenta de cual era su misión en la vida y de corazón pienso que la cumplió de la mejor manera, vivió para endulzar los caminos de todos los que la conocieron.
Vivió para iluminar. Vivió para enseñar. Vivió para hacernos fuertes. Vivió para hacernos muy unidos. Vivió para mostrarnos que se puede luchar. Vivió para mostrarnos que así estés peleando la guerra mas fuerte  puedes hacerlo con una sonrisa y vencer. Vivió para amar, sigue haciéndolo porque el amor verdadero, siempre vence a la muerte.
En pocos días van a ser cinco años desde que ella murió, yo tenía 13 años y acababa de sufrir el dolor más grande de mi vida. Mi abuelita es la persona que más extraño en el universo, extraño su sonrisa y sus abrazos. han sido cuatro años difíciles, sobretodo diferentes, no es lo mismo sin ella. sé que estaría orgullosa de las decisiones que he tomado y que me alentaría en los tropiezos. sé que no me juzgaría.
Si pudiera hoy le diría que la amo, que es y sera siempre la mujer más grandiosa del mundo, que todos en el mundo se merecen tener una abuela como ella, que es la persona que mas admiro en esta vida, le daría un abrazo como el de ese último día en la casa, ella me devolvería una de sus sonrisas porque a pesar de las adversidades nunca dejo de sonreír; para mí eras invencible, abuelita bella.




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